lunes, 28 de abril de 2014

Concupiscencia



Y aún ahora me pierdo en laberintos
que a nada conducen,
cruzando caminos de desapego y olvido
con ojos fijos en el horizonte.
No habrá mas dolor si paro y duermo,
si me tapo los oídos y me abstraigo
de este mundo que grita.
Pero me clavan uñas y escupen
verbos, manos ásperas me desnudan
y no tengo el aliento salvaje de tu cuerpo
para que me desoriente.
Qué impúdico este deseo de ausencia,
de que me crucifiquen tus brazos
y me destrocen las palabras de un verso.
Qué solos se quedan en el destierro
de mis ojos todos los que tanto quise,
en esta avaricia de otra carne,
en la gula de hartarme de tu cuerpo.




Los amantes de Virginia Palomeque







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