viernes, 28 de diciembre de 2012

Epílogo

Nunca me ofreciste mas allá de un instante.
Y yo entonces no podía saber como medir ese tiempo preciso.
¡ Mis relojes marchaban tan lentos !
Caminaba varios pasos detrás de ti, mientras pensaba que corría a tu lado.
Tu mano en mi mano me arrastraba.
Soy torrente, tu grifo que gotea, me dijiste.
Pero ya nadaba en tu cauce y apenas respiraba.
Y no se si hice mal la elección,
cerrar aquel trato,dos copas de vino en las manos,
los ojos fijos, el brindis y es demasiado tarde.
¿ No sabías ya que no podrías seguir adelante ?
Tal vez entonces aún pensabas que podías quererme,
que podrías seguir robando minutos al tiempo,
que merecía la pena.
Cómo adivinar el desastre cuando impera la magia,
cuando los versos riman y las canciones son melodía.
Cómo saber que te envolvería la rutina, la razón, el sentido común.
Que todas las horas dedicadas,los vestidos comprados, las citas perdidas,
se acabarían llenando de polvo en el desván de tu memoria,
en el mismo cajón dónde guardas tus versos.


"You fit into me
like a hook into an eye
A fish hook
An open eye"

Margaret Atwood.

domingo, 23 de diciembre de 2012

Quimera en gris

Puede que sea ella.
La que buscas y deseas.
Sombra del árbol caído que presiente el invierno. Agua contenida que se desboca. Pozo de anhelos y mentiras.
Y vibro cuando te estremeces, intuyendo la dureza de tu carne, el estertor de tu entrega.
Prendida en una quimera tu caricia, apenas me halla.
Me desvanezco tras tu abrazo. Humo, niebla, fuego fatuo me contiene.
Viva en tu pensamiento te completo cuando me haces tuya.
Y vuelvo a ser quien no soy, disfrazándome de nube, tierra o daga, para que me quieras. Para poder quererte.
Puede que sí, que yo sea ella. Pero no lo creo.
Mujer en niebla



domingo, 16 de diciembre de 2012

Apuesta

La tarde moría y yo te echaba de menos.
Pensé que esta vez podría conseguirlo.
Antes, unas cuantas palabras cruzadas, un calendario sin fechas, un reloj sin horas.
- Habrá un momento, seguro.
Pero ya no confiaba en nada y aquellas frases suspendidas solo confirmaban un nuevo desaire.
- Seguro.
Y la tarde estaba llena de risa y alcohol, volaban las miradas, acariciaba el deseo.
Yo, reina de corazones, el naipe mas solitario de esa baraja, hacia mi apuesta y te buscaba.
En mi mano un poker.
Tus ojos embusteros, mi corazón ebrio.
Y bebí de unos labios que no eran los tuyos.

El juego de naipes de Balthus
 
 

miércoles, 12 de diciembre de 2012

El hombre que amé


El beso de Ismael G. de la Serna

Recuérdame quién fué el hombre que amé.
Aquel de los días templados.
El de la sonrisa amplia
que entrelazaba mis dedos
bajo el mostrador del café.
También después,
a solas,
en los instantes robados
a lo cotidiano.
Recuérdame a aquel lleno de palabras
y silencios.
El que me abrazaba y me besaba
por las calles
y me hacía resplandecer
cuando no estaba.
Al que esperaba encontrar
en cualquier esquina,
todos los momentos.
Por el que suspiraba cada noche
y buscaba en las mañanas.
Apasionado, impaciente, certero.
El que me dijo que nunca
me olvidaría.

viernes, 7 de diciembre de 2012

Porque el cielo es azul......

No decía nada.
Sabía que la observarían.
Por eso al llegar compuso su rostro para que no dibujara una sonrisa. La misma estúpida sonrisa de meses atrás.
No traía consigo ninguna caricia, ni roce, ni tan siquiera una promesa.
Tal vez no hubíera otro momento y sin embargo su corazón latía con el mismo compás de los días de espera. Con el son de la última canción tarareada, con el estribillo pegadizo de la letra que le enviaría.
Recordé, sin querer,
como era el tacto de tu piel.
Sin duda aún te llevo en vena.
Y probablemente podría haber llegado como cualquier otro día de aquel otoño.
Porque ya, a esas alturas, poco esperaba, porque había sido tan vago y oscuro como siempre, porque el cielo es azul y la lluvia moja, porque ahora sí estaba convencida de que no la quería.

Torso de mujer en azul de Begoña Tojo

sábado, 1 de diciembre de 2012

Te regalo mi silencio




Estoy dispuesta a regalarte mi silencio.
A cubrir con él todas estas palabras que brotan, manantial sombrío, y te atrevas a leer en mis ojos todo, lo que aborreces, lo que no esperas, lo que deseas y callas.
Palabras eternas, palabras fugaces, aquellas palabras-pensamiento que por un euro, dos, cientos, me comprabas.
Palabras tiernas, insensatas, atropelladas, emanadas de la lujuria del momento, gritadas o susurradas.
Palabras nunca dichas, llenas de odio y rabia, justificados reproches de los días de desesperanza.
Pero no, te regalo mi silencio.
Silencio de piedra y llama, de algodón, de nubes, de besos, de hielo, cuchillo y grama.
Te regalo mi silencio, y con él, casi puedo decir que te estoy regalando el alma.