domingo, 15 de junio de 2014

Cuando los ángeles volaban.

Demasiado frío fuera para que los ángeles vuelen.

Dentro no queda mas que la cotidiana escena
de los cuerpos ateridos que se buscan en la noche
para amarse sin ansia.
Aún persiste la consistencia amarga de la piel
hecha jirones, cuarteada de estaciones y cegueras,
vestida tantas veces de dulzura.

Habrá que caminar despacio, seguir las huellas,
recordar el anhelo de unos ojos turbios,
el calor denso y húmedo de los labios,
el escalofrío intenso del instante adormecido
en latente espera.

¿ Podrán entonces retornar los sueños ?

Demasiado tiempo transcurrido
para sujetar un paréntesis entre las manos,
para negar la evidencia del mudo paisaje
tras la ventana, el presagio de primavera prendido
en otro cuerpo con el apetito voraz de una quimera.

Habrá que emprender el vuelo ahora,
que se aviva la llamada y el horizonte está lejano,
que está entera la carne y no se teme
al blanco abismo. Ahora que aún es posible
amar y olvidar que una vez se tuvieron alas.





El gran masturbador de S. Dalí