Entonces, podía explicarte en distancias, kilómetros, metros, centímetros, milímetros.
Y tal vez eras cada vez un hombre diferente, verbo, esencia , materia, deseo.
Tanto te segmentabas, que no lograba unirte en uno solo.
En un vaivén de emociones discurrían los días sin sentido, mi mente tú, mi espacio tú.
Entonces, coleccionaba cada una de tus palabras, de tus gestos.
Atesorando cada uno de los instantes, fugaces momentos en los que asomabas, en los que te olvidabas de quienes eramos y dónde pertenecíamos.
Y yo otra, irreconocible, insensata, juntaba una a una las piezas, moldeándome, acoplándome, lijando cada una de mis esquinas, suavizando mis bordes, acomodando cada uno de mis espacios en el hueco de tus brazos.
Acompasando mi paso a tu paso en los vértices de la rutina.
Entonces, los metros se hicieron kilométros y los días se convirtieron en semanas.
Y yo, pieza inacabada de este puzzle hecho a tu medida, perdi el rumbo, olvidé el sentido, la forma exacta de tus deseos.
Fui naufragando cada día en la ausencia de tus palabras, de tus gestos, tus miradas.
Y casi sin darme cuenta, erré los ángulos, los contornos, juntando piezas de lo que ya no era nada.

Coleccionar momentos ,sensaciones ,incluso imprimaciones no es mas que el resultado de haber vivido .
ResponderEliminarLa vida se puede pasar como en esas grandes bibliotecas ,criando polvo ,o como una pequeña caja de zapatos donde se guarda la esencia (yo voto por los recuerdos ).
Y si alguna vez se nos arrebatan por la crueldad del tiempo ,ya no tendrá importancia ,porque yo estuve allí