Pensé que esta vez podría conseguirlo.
Antes, unas cuantas palabras cruzadas, un calendario sin fechas, un reloj sin horas.
- Habrá un momento, seguro.
Pero ya no confiaba en nada y aquellas frases suspendidas solo confirmaban un nuevo desaire.
- Seguro.
Y la tarde estaba llena de risa y alcohol, volaban las miradas, acariciaba el deseo.
Yo, reina de corazones, el naipe mas solitario de esa baraja, hacia mi apuesta y te buscaba.
En mi mano un poker.
Tus ojos embusteros, mi corazón ebrio.
Y bebí de unos labios que no eran los tuyos.
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El juego de naipes de Balthus
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