En la dureza de mis pezones
se dibuja la curva de tus manos.
No será hoy la noche
de los arrepentimientos,
ni disfrazaremos la lujuria
de tiernas palabras.
No es tiempo ya de adornos ni reparos,
el gato dormido dejó de acurrucarse
entre mis piernas y la madrugada
olvidó los sobresaltos.
Dancemos este baile maldito
mirándonos de soslayo, mintiéndonos
porque no hay verdad que nos ampare.
El viento barrió la ternura de antaño
y la piel enamorada allá quedó,
suspendida en los andamios
indolentes de su cuerpo.
